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"Las cosas que agitan el alma, no tienen explicación racional, pero son más necesarias incluso que las que agitan el cuerpo.
Tú sigue haciendo fotos y aunque haya días que no le encuentres explicación, también habrá días que cuestiones el universo, y mira lo grande que es, y lo necesario. Tú haz fotos"

lunes, 14 de abril de 2014

14 DE ABRIL





Apenas instaurada la República, el 29 de mayo de 1931 se publica un decreto que establece el Patronato de Misiones Pedagógi­cas con Cossío de Presidente y Luis Álvarez Santullano, asturiano, de Secretario. El Patronato depende del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y tiene el propósito de llevar la cultura, la peda­gogía moderna y la educación ciudadana a los pueblos de España. En su preámbulo se habla de «llevar a las gentes, con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento de progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejem­plos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aún los apartados, participen en las ventajas y goces reservados hoy a los centros urbanos». El objetivo es triple: difundir la cultura general (dotando de bibliotecas, conferencias, cine, gramófonos, un museo ambulante...); extender una moderna orientación didáctica (cursillos, conferencias a maestros, lecciones prácticas para conseguir la renova­ción pedagógica) y promover la educación ciudadana en pueblos y villas («reuniones públicas donde se afirmen los principios democrá­ticos que son los postulados de los pueblos modernos» y «conferen­cias y lecturas donde se examinen las cuestiones pertinentes a la estructura del Estado y sus poderes, a la Administración pública y sus organismos, así como a la participación ciudadana en la Administra­ción y en la actividad política», todo ello acompañado en la práctica con el reparto de ejemplares de la Constitución).


El nombre de Casona aparece enseguida formando parte del engranaje de las Misiones:





«Yo he llevado el Teatro del Pueblo, formando parte de las Misio­nes Pedagógicas, por más de 500 pueblos de España. Recuerdo cuando llegamos a Sanabria. Íbamos médicos, ingenieros, peritos agrícolas... Pintamos y decoramos la escuela. Construimos camino anís adecuado; aún recuerdo que pedimos trigo del Canadá y que los resultados fueron magníficos. Mi trabajo funda­mental era dirigir una compañía de teatro. Creo que las represen­taciones deslumbraban a las gentes más que todo el resto. Me acuerdo, como si lo viese ahora, que una tarde montamos El dragoncillo, de Calderón. Un campesino, con actitud despectiva, sacaba los grumos del tabaco cuando se levantó el telón. Se había pegado el papel de fumar al labio y le pasaron los cuarenta minu­tos en un segundo. Cuando acabó la representación sintió una especie de sobresalto... Yo creo que cada cual cumplía una fun­ción; la mía era el teatro; la del otro, decirle al campesino la mejor época de siembra...»






Un año después, en el verano de 1933, vuelve Casona a su pueblo natal con otro equipo: «Dejó la Misión un gramófono y dis­cos, una biblioteca grande y seis escolares en los pueblos de alrededor y se repartieron 300 ejemplares de la Constitución». Y en 1934, siempre en verano, el mismo Casona volvería a dirigir una nueva semana de misiones. Los besullenses recuerdan muy gratamente aquellas visitas: «Lo que sí constituyó un espectáculo grandioso fue el cine mudo [...] que se proyectaba a base de pilas en la plaza frente a la panera de Cachoupo. [...] la gente se reía hasta reventar con las escenas de Chaplin, de Keaton y de los Marx» leemos en un librito de recuerdos de Besullo publicado por Teodoro Rodríguez.






«Ahora estamos viviendo en su máxima intensidad la tragedia ini­ciada en tierra española, que pronto había de incendiar a toda Europa. Los jóvenes maestros de la República han pagado en carne y sangre el delito de educar a la nueva infancia para una ciu­dadanía de libertad y de cultura: unos han caído ante el pelotón, otros aguardan el nuevo amanecer en la desolada fatiga de los campos de concentración o en el hospitalario destierro de Amé­rica. Y los programas escolares de España han vuelto a reducirse a la estúpida estrechez de las «cuatro reglas», los silabarios y el cate­cismo cantados a coro, y la historia nacional «a partir del glorioso Movimiento».

Pero la semilla no se ha perdido; el pueblo la conserva allá, bajo el frío silencio de su esclavitud, como la sembradura de trigo bajo la nieve. Conoce ya el fecundo valor social de la escuela, cuya ausencia actual es una de sus muchas hambres. Sabe que esta lucha universal, comenzada en las bardas de su aldea, además de sus postulados de libertad y de justicia, entraña un duelo a muerte entre las fuerzas de la barbarie y de la inteligencia. Y espera que un mañana próximo, sus maestros han de regresar, sus bellas escuelas volverán a abrirse tras las sangrientas vacaciones; y sobre el horizonte del trabajo y la paz, volverá a florecer la eterna prima­vera de la cultura.»



Fuente:http://www.la-ratonera.net/numero8/n8_casona.html